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Nace un pueblo en la Frontera

RIVERACIDAD. Somos un pueblo de frontera. Esta es la primera de las pautas que debe tener presente quien escriba nuestra historia.
En este capítulo vamos a explicar, en grandes líneas, cómo nació un Estado en este lugar y, en consecuencia, por qué hay un límite o una frontera en este lugar.
12179733_986020728106880_841009329_nEn resumen: nos vamos a referir a la primera de las pautas que consideramos criterio u orientación imprescindible para escribir la historia de nuestro pueblo. Si ignoráramos estos antecedentes estaríamos ignorando los factores determinantes; estaríamos ignorando las raíces.
Desde fines del siglo XV y principios del XVI el pequeño reino de Castilla se había visto desbordado por la multitud de problemas que le cayó entre las manos con el descubrimiento de un nuevo mundo para cuya administración y defensa no disponía ni de la mentalidad, ni del elemento humano, ni del instrumental y los conocimientos técnicos que hubieran sido sido necesarios.
En vez del orden y el tratamiento especializado que los nuevos, complejos y grandes problemas requerían, imperó la improvisación y el desorden.
Por eso no tardó en empezar a caer en manos de otras potencias el vato patrimonio que la buena suerte por un lado y la reconocida intrepidez de la raza por otro habían puesto en las manos de España.
A la exaltación inicial de los descubrimientos y de las conquistas; a las riquezas que afluyeron de todas partes del mundo, a la súbita expansión que transformó al pequeño reino en potencia de primera magnitud, siguió la larga y dolorosa tragedia del desmenbramiento y la pérdida de las tierras conquistadas, en un desgarramiento que habría de durar cuatrocientos años.
Entre los rivales de España estuvo desde un primer momento Portugal. Son conocidos los pormenores de la lucha entre las dos potencias colonizadoras. Nos interesa centrar la atención en las peripecias de esa lucha en este lugar de América, entre el Río Uruguay y el Océano Atlántico, donde está hoy ubicado nuestro pueblo, porque aquellos antecedentes relativamente lejanos o relativamente cercanos (pues la vivencia del tiempo es subjetiva) determinan nuestra realidad actual.
Hubo al principio una tentativa de solución amistosa: La Bula de Alejandro VI, quien según el Derecho Canónico tenía jurisdicción sobre tierras habitadas por infieles. Siguió una primera tentativa de solución bilateral de estos problemas: El Tratado de Tordesillas.
Ambos documentos estaban destinados al fracaso porque nadie conocía la verdadera magnitud de las tierras descubiertas. Empezaron a circular mapas de origen portugués que hacían pasar al límite por el Río de la Plata y mapas de origen español que lo hacían apsar por Bahía o Río de Janeiro.
Quien desde el lado español llevó la línea más arriba en una pretensión de ocupación efectiva, fue el Adelantado Alvar Nuñez Cabeza de Vaca. En 1541 desembarcó Alvar Nuñez en el puerto de la Cananea. Plantó ahí la bandera de España: “Aquí está el límite entre las dos soberanías”, dijo el hidalgo. Luego marchó hacia Asunción.
Pasó Alvar Nuñez. No volvió más. No le interesaba volver ni a él ni a sus continuadores a esas tierras donde no había oro y plata. Por eso España volcó todo su esfuerzo hacia las altas tierras del Pacífico, más allá de los ríos de cauce rojo, más allá de los páramos resecos, más allá del estremecimiento cósmico de la cordillera, en la búsqueda alucinada del oro y la plata.
Los portugueses habían llegado a estos territorios, al sur de Bahía, en 1500. Desde entonces se dedicaron, con visión y tenacidad admirables, a consolidar su posición sobre inmensos territorios. Buscaron las nacientes de ríos colosales, atravesaron selvas y mesetas, llegaron hasta las estribaciones de la cordillera, atravesaron la franja ardiente del trópico, se adueñaron de costas interminables sobre el Atlántico, expandieron su dominación sobre más de ocho millones de kilómetros cuadrados. Pero no crearon otros centros de poder. Nunca se apartaron de sus bases iniciales. Por eso mantuvieron la unidad política y administrativa de sus inmensos dominios y esto habría de tener grandes repercusiones de futuro: Aquel sentido práctico de los colonizadores iniciales hizo posible al Brasil actual.

 

(Del libro Villa Ceballos – Los que pusieron los cimientos – Historia de Rivera)

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