Ciencia y Tecno

La gran muralla verde del uruguayo Jerónimo Giorgi

URUGUAYOS POR EL MUNDO. En el norte de Senegal, donde al igual que en el resto del Sahel las sequías amenazan la supervivencia humana, cada año son reforestadas cinco mil hectáreas. Estas manchas verdes vistas desde el cielo son los primeros ladrillos de la Gran Muralla Verde que pretende construir África, una barrera vegetal de 15 km de ancho que cruzará el continente de este a oeste para contener el avance de la desertificación y el hambre.

La Gran Muralla Verde, más que un proyecto es una iniciativa política llevada adelante por mas de 20 países que sufren por las inclemencias climáticas. “El desafío es que la gente se concientice”

Hacia las seis de la mañana, cuando el sol aún no ha calentado las áridas tierras del Sahel, una veintena de mujeres recorren, arrastrando desbordantes regaderas, los 40 metros que separan el pozo de agua de las hileras de incipientes lechugas. Como cada día, estas mujeres trabajan el huerto de la aldea de Widou en el árido norte de Senegal, labrando la tierra y regando los cultivos que alimentan con sus frutas y verduras a la población local.

“Además de hortalizas, aquí tenemos patatas, zanahorias, cebollas y melones”aclara Haira orgullosa, mientras el chorro que brota de su regadera desaparece al tocar la tierra. Esta inagotable trabajadora de 52 años con apariencia de anciana, es una de las 45 mujeres de la zona que en el 2008 empezaron a trabajar en el jardín, una pequeña parcela de tierra que vista desde el cielo se ve como una mancha verde en medio del beige inerte. Uno de los primeros ladrillos de La Gran Muralla Verde, el proyecto que busca crear una barrera vegetal de 7.000km de largo desde Senegal a Djibouti para frenar la desertificación.

Desde su refrigerada oficina de Dakar, el director de la Agencia Nacional de la Gran Muralla Verde, Matar Cisse, afirma que “desde la década del 70 llueve cada vez menos”. Las sequías que asolan esta remota parte del mundo se han hecho cada vez mas frecuentes, la vegetación se ha ido extinguiendo, el precio de los alimentos se ha disparado y el acceso al agua ha obligado a las poblaciones pastoras a recorrer cada vez mayores distancias en busca de agua. Estas son las condiciones de vida no solo en el norte de Senegal, sino en todos los países de la franja del Sahel.

Por ello, desde el 2008, además de estos pequeños jardines, en Senegal se han reforestado anualmente 5.000 hec en parcelas salpicadas a lo largo de una franja de 115 km, de los 545 que tendrá la muralla en este país. Widou, en el confín con Mauritania es una de las aldeas entorno al cual se estructura el proyecto. Por mas de medio siglo esta aldea ha sido un manantial de vida para los pastores nómadas de la zona. Cada día, con los primeros rayos de sol, cientos de carros arrastrados por mulas guiando a miles de reces y cabras llegan al enorme estanque en busca de agua. Pero desde el 2008, Widou no solo abastece del preciado liquido a la región, sino que también alberga el cuartel general de la agencia senegalesa de la Gran Muralla Verde.

Allí, bajo alguna sombra improvisada, hacia el mes de abril un grupo de vecinos comienza a sembrar las miles de semillas que para agosto, cuando la tierra se ha humedecido tras la temporada de lluvias, dan lugar a pequeños plantines. Entonces brotan, desde los indescifrables senderos que comunican esta geografía semidesértica, camionetas y autobuses repletas de estudiantes voluntarios que llegan para transplantar estos pequeños árboles a las nuevas parcelas. Durante un mes, cientos de jóvenes trabajan al rayo del sol para colaborar con su grano de arena en la construcción de La Muralla.

“Hay una única temporada de cultivo por lo que no se puede avanzar mas rápido”, afirma Papa Sarr, director técnico del proyecto. Si bien la falta de lluvia no afecta directamente a las especies autóctonas cultivadas como las acacias, que requieren muy poca agua para subsistir, la sequía no deja crecer el pasto y el ganado termia alimentándose de los árboles. Por ello el proyecto se estructura en parcelas que permanecen valladas durante cinco años para que el ganado pueda circular pero sin acceder a las zonas reforestadas. Los pastores sin embargo, están autorizados a entrar a cortar el pasto para alimentar a sus animales.
“Antes llovía mas, había mas árboles y mas comida” recuerda el hermano de Haira quien se encarga de los animales. Hasta hace una década la familia contaba con unas 200 cabras, pero a pesar de que Fa Hidara se traslada cada año, durante la temporada seca, hacia las tierras mas generosas del sur, las pocas pasturas han arrasado con tres cuartas partes de sus animales. Por ello, en los últimos años muchas familias han migrado hacia las zonas mas meridionales.

Todas las mañanas antes del amanecer, Haira recorre los pasajes de arena de Widou con sus burros para cargar 12 galones de agua. Con ellos da de beber a sus seis ovejas y preparar la comida que luego vende para mantener a sus dos hijos. “Toda la vida ha sido así”, dice sentada en el suelo de tierra de la única habitación de su casa. “Pero en los últimos tiempo el aumento del precio de la comida ha cambiado la vida”.

Año a año la desertificación y la erosión aumenta, y las hambrunas del Sahel ya han dejado de ser noticia. “Este es un proyecto por la conservación de la diversidad biológica, pero sobre todo contra la pobreza y el hambre”, afirma Axel Ducorneau, jefe del proyecto del Observatorio OHM, una consultora extranjera que monitorea los procesos y estudia el impacto del proyecto en el terreno.

“El mayor problema es el conflicto entre la población y el proyecto por el agua”afirma Ducorneau. Este bien siempre ha sido para los pobladores y sus animales por lo que no toda la gente está a favor. “Los pastores viven el día a día y es difícil que vean las mejoras a futuro”. Además de esta dificultad, desde el punto de vista logístico no hay carreteras, no hay tuberías, las distancias son muy grandes y hace falta gente y equipamiento.

La Gran Muralla Verde, más que un proyecto es una iniciativa política llevada adelante por mas de 20 países que sufren por las inclemencias climáticas. “El desafío es que la gente se concientice” dice Ducorneau. “El interés tiene que surgir de los pobladores y uno de los propósitos es buscar cambiar su forma de pensar”. De hecho la idea de La Muralla, reconoce este especialista, es simplemente una forma de vender la idea. “El proyecto tendrá cierta continuidad, pero no hay forma de cultivar una franja de 15km de ancho de una punta a la otra del continente”.

Sentada sobre un balde, Haira le toma el peso a un enorme calabacín, mientras otra mujer que lleva a su pequeño colgado de la espalda termina de embolsar tomates. “El jardín nos ha ayudado mucho”, dice Haira. “Antes no había verduras frescas y las que encontrabas eran caras”. Las más de 300 mujeres que trabajan en el huerto compran sus propios productos a precios muy accesibles y lo que sobra lo venden para ahorrar y seguir expandiéndose.

La falta de agua es el mayores problema al que se enfrentan los habitantes de esta parte del mundo donde las enfermedades por inanición y la desnutrición causa estragos. Por ello cuando llega la temporada de lluvia la vida se hace mas dulce. “Cuando era pequeña llovía día y noche durante un mes”, recuerda Haira mientras garabatea con el índice sobre la tierra. “Pero ahora no hago otra cosa que pedirle a Dios por la lluvia”.

FUENTE; de su blog

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