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Un príncipe en la Cuaró, por Roberto “Beto” Araújo

RIVERACIDAD. La Cuaró II
Un príncipe en la Cuaró.
A principios de 1985, y por intermediación de mi amigo, maestro e inspirador de vida , el historiador Ivo Caggiani, recibí la visita del periodista e investigador mineiro Darcy de Almeida Guimaraes, quien viajaba a la frontera con la no menguada pretensión de justificar una teoría que sostenía, y que vinculaba a la familia De Almeida Neves , con cierto linaje real.
Bueno es recordar de que por ese entonces Tancredo De Almeida Neves , era el presidente electo de Brasil el que a la postre aquejado de una extraña dolencia , habría de morirse sin poder asumir el cargo para el que fuera electo, dejando en su lugar a su vice José Sarney.
Y no está de más recordar que es el referido Tancredo , el abuelo del político y presidenciable Aecio Neves.
Bueno, pero eso es maíz de otra chacra.
Apenas lo refiero para poder dimensionar la importancia que tenía para mí, un aprendiz de historiador, estudiante de licenciatura y apasionado por los recovecos ocultos en los sótanos del ayer, la referida conferencia.
En verdad suponía que la teoría del colega brasileño habría de relacionarse con la fugaz presencia del heredero real de los Bragança , el príncipe José Luiz María de Bourbon, al que ya he referido en alguna ocasión, y que tal cual he narrado, habría llegado a la Frontera luego de la Guerra del Paraguay y que había gastado sus horas en esta tierra, entre puterios y quilombeadas fundamentalmente en los precarios burdeles de la Cuaró.
Pero en verdad lo revelado por el investigador me dejó vastamente sorprendido, pues en realidad lo que pretendía era dilucidar las incógnitas que referían a un esclavo prófugo de los ingenios mineros de Minas Gerais, a mediados del siglo XIX y que según sus referencias habría terminado sus días en esta frontera, más precisamente en un desgreñado rancho de paja y terrón , recostado a un bañado lindero con el Sobradinho del lado uruguayo, más o menos donde hoy se enclavan los galpones de la empresa Turil.
Y según versión del periodista norteño , el referido prófugo de nombre José De Almeida, había heredado su apellido a cuesta de ser propiedad de los vastamente potentados empresarios mineros de la región, “os Almeida”.
En verdad lo que inspiraba al investigador era el caso de que el referido esclavo era el último heredero de una casta real , cuyos orígenes se remontan a finales del siglo XVIII y cuyas raíces se afirman en una remota región de la Guinea ecuatorial perteneciente a la etnia de los Igbo.
El caso es de que luego de proclamada la Ley Aurea, por la cual los esclavos fueron definitivamente liberados del calvario de la opresión, una supuesta hija del referido prófugo había tenido un hijo natural de uno de los Almeida, el que a la postre heredaría parte de la fortuna de la familia, y sería el ascendiente directo de la línea de Tancredo Neves.
Pero lo más fantástico de la historia, se remite al origen del estigma que esclavizara a sus más lejanos ascendientes en la enigmática África, pues todo se remonta a una muy lejana mañana de finales del siglo XVIII, cuando el imperio fue asaltado por una tribu rival, quienes se llevaron como trofeo de guerra a una joven y bella princesa.
Cuenta la leyenda que el Monarca quedó tan afectado por la pérdida, que renunciando a todos los privilegios de su condición, se entregó voluntariamente a sus enemigos , bajo la única condición de que lo llevaran por el rumbo donde había sido acarreada su hija cautiva.
Y fue así que luego de una homérica travesía, entre selvas y desiertos, terminó en el muelle del puerto esclavista de San Jorge de la Mina, en el Golfo de Guinea, y que luego siguiendo la infausta ruta que había llevado a la princesa, acabo en los campos mineros de Minas Gerais, donde pudo al fin reencontrar a su amada hija.
Pero si bien era su intención rescatarla y llevársela nuevamente a África, el tiempo y la dureza del calvario fueron poco a poco amainando las fuerzas de sus sueños, muriendo décadas más tarde acosado por las penurias de la esclavitud.
Pero esta fantástica historia aun tendría más secretos que revelar, pues son mentas que el mencionado Rey, antes de emprender su viaje, se había hecho del más codiciado tesoro de su nación, que consistía en un valiosísimo diamante que hacía parte del erario de su familia desde tiempos inmemoriales. Según narra la leyenda, el Rey había tragado y desechado una y otra vez la joya, como única manera de mantenerlo a salvo de sus captores, y que antes de morir se lo había entregado a la princesa y que el tesoro había pasado de generación en generación, con el propósito de que algún día, uno de los herederos pudiese al fin regresarlo a África, donde debieran recomponer su imperio.
Y fue así como al final había sido heredado por José De Almeida, el que al huir llevó consigo el codiciado erario.
Es así que el motivo del viaje del referido periodista, radicaba en dar con el diamante o por lo menos con una pista sobre el mismo, a fin de poder dar cuenta del linaje real de la rama bastarda de los De Almeida Neves.
Años después, Benito, aquel singular prototipo humano retrato viviente de los ochenta, y especialista en historia de la esclavitud africana en la frontera, me habría de referir a que José de Almeida en verdad había llegado a la Frontera y de hecho había vivido en los bañados linderos del Sobradinho y que si bien jamás se había casado , si había tenido una relación con una morena perteneciente a los Timbas con la que tuvo una hija.
Según su versión, José de Almeida había muerto en 1906 quizás a causa de la tuberculosis, sin que nadie pudiera dar ciencia cierta a la leyenda del codiciado tesoro de los De Almeida.

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