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Un ídolo de barro, de Leonel Tuana

LOS CUENTOS DE LEONEL TUANA.

leonel-tuana-portada-diario-uruguayLa historia vuelve a repetirse, según dice un verso tanguero que nunca fue tan bien aplicado como hora. Esta es la vida de una cobarde pero que al mismo tiempo fue un violador que amó a su mujer como nadie aunque también fijó sus ojos en una mujer joven que le dio dos hijas fuera del matrimonio. Curiosamente él amaba a su manera a su esposa que soportaba toda clase de traiciones. La ciudad admiraba a este hombre de dos caras que fue forjando poco a poco un desenlace increíble. Por eso nos parece adecuado que ustedes se involucren con esta historia que tiene ribetes muy parecidos a los de la vida real.
Me pregunto si después de leer este cuento ustedes concluirán que la personalidad del individuo es la misma de alguien que ustedes conocieron.
¿Termina mal el cuento?.
Por un lado sí aunque por otro lado mucha gente que lo conocía aún lo admira.
Los invitamos a involucrarse en este relato como si estuviera sucediendo frente a vuestros ojos.
Esa es la única manera que ustedes tendrán de soportar hasta el final tanta hipocresía y crueldad.

 

UN ÍDOLO DE BARRO
Su figura era imponente en aquellos años. Muy alto, de complexión gruesa con bigotes negros y cabellos canosos al estilo de Pancho Villa quien, en ese entonces, ya era una leyenda. Faltaba poco para que Villa fuese asesinado por sicarios pagados por aquellos que no querían una revolución mejicana triunfante con un líder vivo. Otro líder mejicano con grandes bigotes y ojos saltones era Emiliano Zapata abatido a traición en una emboscada que por poco no seccionó en dos partes el cuerpo del líder campesino debido a la enorme cantidad de balas que lo alcanzaron. El hombre era un fanático admirador de ambos y por eso usaba esos bigotes que la gente llamaba “mostachos”. Siempre era un misterio cómo hacían aquellos dos mejicanos y él para mantener la higiene de sus enormes bigotes. A éste le gustaban los tallarines caseros que comía con frecuencia en su casa. Fumaba habanos importados de Cuba e invitaba con ellos en cada oportunidad en que había algo que festejar. Su debilidad mundana era realizar viajes cortos en sulky tirados  por dos caballos blancos que eran todo un símbolo de la pureza que ese hombre defendía a ultranza. Creía a pie juntillas que el amor debía expresarse sin ningún contacto físico antes del matrimonio. Toda vez que podía divulgaba que no se debía mancillar el cuerpo de la mujer quien debía llegar a desposarse sin recibir ni siquiera caricias eróticas que le quitaran su pureza original. La gente que lo rodeaba llegaba a disculpar esta forma de pensar porque entendían que la educación conventual que suponía era la responsable de ese tipo de seudo catequesis que enarbolaba con orgullo en cada reunión familiar aunque nadie se atrevía a contradecirlo y por lo general eran las mujeres las que aplaudían este tipo de alocución casi religiosa.
Este hombre nació 54 años antes en una familia campesina. Logró hacerse de una educación que se inició en el ámbito familiar y continuó en un convento donde se practicaba el silencio como expiación. Después de 10 años la personalidad y el carácter fueron formándose como se forja el acero. Al cumplir 20 años, su padre lo regresaría a la vida familiar sin saber que el ambiente monacal le había dado un enorme conocimiento y un carácter indomable. No solo era inteligente por naturaleza sino que llevaba con él una erudición nunca vista en la ciudad donde vivía. En poco tiempo, este hombre – a pesar de su juventud – fue ganando la admiración de sus congéneres y luego respeto y finalmente logró infundir temor entre aquellos que no comulgaban con su proceder ni con sus ideas y menos aún con sus planes y con su manera de ver la vida. A los 30 años conoció a la que sería su mujer que quedó prendada de inmediato. Lo quiso a partir de la noche en que ella, con una astucia a flor de piel, decidió entregarse a él después de calculadas negativas aunque estimulándolo en esporádicos encuentros amorosos que tenían límites bien establecidos. Cuando finalmente hicieron el amor, él actuó de forma tal que ella quedó totalmente complacida. Esa noche pensó que él era un tanto altanero y quizá un poco mecánico en su forma de hacer el amor en la cama. Pero cada día lo amaba un poco más y ya estaba muy enamorada. El casamiento fue una demostración de cómo él iba cobrando prestigio y popularidad. Tuvieron dos hijos. Carolina y Leonardo. Ambos cursaban en la Universidad. Él tenía adoración con sus hijos. Después de varios años de matrimonio, el ardor de la juventud había desaparecido en los dos. La diferencia es que ella seguía amándolo y él nunca se enamoró verdaderamente de ella. Ya habían comenzado algunas misteriosas ausencias de él nunca explicadas. Él festejó su cumpleaños número sesenta con más de doscientos invitados en una recepción fantástica. Asistieron todas las personas destacadas de la ciudad y llegaron personajes ilustres de la capital. La prensa cubrió el acontecimiento con filmaciones, fotos y grandes artículos laudatorios para quien empezaba a ser el prohombre de la nación y el candidato ideal del partido gobernante.
El político, como ya comenzaba a ser conocido en todos lados, tenía ahora la presidencia de varias organizaciones sociales. También rotarios y leones se disputaban su concurso; grupos barriales lo tenían como una especie de apóstol porque él defendía en todo momento la honradez, en todos los procedimientos; la pureza en el área de las relaciones de pareja y especialmente lograba convencer a muchos que la mejor manera de hacer política era mirar por los más necesitados.
También era profesor de la Universidad Central donde tenía a su cargo la cátedra de moralidad y comportamiento público, una vez a la semana. Sus clases eran de cien alumnos como mínimo. Su fama había llegado a todos los círculos y cada vez escribía y grababa más y más artículos de prensa para radios y diarios.
Cada vez aumentaba más y más el deslumbramiento popular por ese hombre, que ahora a los 60 años, tenía las sienes encanecidas, un porte atlético y como dicen “el poder es afrodisíaco” y por eso existían muchas mujeres que estaban dispuestas a todo con tal de obtener los favores políticos y de los otros del prohombre. Otras querían además de eso, desplazar a su vez a su mujer y algunas fantaseaban con embarazarse y así lograr la conquista de sus vidas.
Para las miles de personas que conocían y trataban a este personaje creían que éste era inmensamente afortunado y feliz, al menos a su modo. Para ellos, el tío tenía fortuna personal, una hermosa esposa e hijos con un porvenir asegurado además de una carrera política que, tarde o temprano lo encumbraría a los puestos más altos del gobierno e incluso a la propia Presidencia de la República con la correspondiente cuota de poder. Su vida era un ejemplo para todos y en especial para la juventud. Constantemente participaba de reuniones políticas, de foros sociales y de Asambleas de Instituciones nacionales e internacionales además de foros junto a científicos internacionales. Cierto día fue entrevistado en el canal de televisión de mayor audiencia sobre usos y costumbres de su época. Los asesores le habían insistido que no aceptase esa entrevista porque era peligrosa y contraproducente con su actual imagen.
Muchas veces desoía al grupo de asesores porque entendía que su carisma era el motivo del éxito. Así se enfrascó en la defensa de sus principios más caros. El casamiento entre personas del mismo sexo fue ridiculizado por él pero más que nada defendió con entusiasmo la honradez matrimonial, la costumbre de usar la verdad siempre, en todo momento y hacer del amor una herramienta para enaltecer una forma de vida. El rating del programa fue muy alto, las llamadas apoyando su postura bloquearon la central telefónica.
A comienzos del año anterior él manifestaba estar agotado por una actividad demoledora. Por eso nadie sospechó nada extraordinario ante las desapariciones. Algunas veces se hacía llevar con su chofer a un barrio periférico y lo dejaba libre. Otras veces se hacía llevar con uno de sus correligionarios políticos. A mitad del año, inició un plan político de largo alcance. Entre otras actividades aprobó un proyecto de visitas a personalidades destacadas para tejer alianzas, firmar acuerdos y evitar las acechanzas naturales del devenir político.
Viajó durante 18 días a capitales cercanas. Fue recibido por Presidentes y líderes extranjeros; fue saludado por figuras famosas del espectáculo internacional y mantuvo, con ese trajinar, reuniones secretas cuyo contenido y resoluciones se mantuvieron en la oscuridad. Algunos diarios especularon con contactos religiosos y circuló la versión que el prohombre envió a Roma un emisario de su particular confianza a nivel del clero, para gestionar un permiso especial vinculado con su matrimonio pero nadie sabia qué cosa era. Las revistas del corazón publicaron que el candidato a la presidencia buscaba lo que era casi imposible: la anulación de su matrimonio consumado 35 años atrás.
Al regresar, multiplicó sus ausencias desapareciendo por un día y una noche completos. Los guardaespaldas eran asediados para saber su paradero pero todo era inútil. Ministros, diputados y senadores, así como los políticos del partido gobernante, montaron un férreo e impenetrable cinturón de silencio. Las versiones eran cada día más punzantes y en cierto momento la situación comenzaba a tomar el cariz del escándalo público. Los fotógrafos y periodistas eran una pesadilla. La oposición estaba desconcertada pero criticaba “entre bambalinas” la actitud del político y de su partido aunque comenzaba a hacer investigaciones sobre la vida personal, la vida sentimental e íntima del personaje.
La esposa soportaba estoicamente el vendaval de rumores que la describían como una mujer de una educación afrancesada y virtuosa. Mientras tanto, los hijos de la pareja comenzaban a inquietarse en el círculo de sus amistades. La dirección del exclusivo colegio privado, al que concurrían ellos desde su infancia, mantenía un discreto silencio ante la ola de comentarios, muchos de ellos insidiosos.
El clima de su hogar era de una enorme tensión que, obviamente, amenazaba también al personal que atendía a la familia desde hacía 20 años. En una palabra, nadie se explicaba las desapariciones del destacado político. Tampoco se atrevían a pensar en manejos tortuosos porque la figura del prohombre esa demasiado grande y de unos antecedentes intachables.
Sin embargo, un panfleto – así se le tildaba entre la prensa sería de la nación –  comenzó a publicar comentarios que ponían en duda la moralidad del hombre. Al principio no se tomó en cuenta pero a la tercera publicación, el público reaccionó y se volcó masivamente a la compra del ejemplar. Luego fueron ciertos programas radiales que amplificaron las inusitadas versiones que cada día eran más y más comprometedoras.
Entonces, hubo un quiebre. Un canal de televisión tenía, en su programación, un espacio  destinado a divulgar chimentos y noticias de los personajes famosos. En los ambientes políticos se rechazaba de plano este tipo de programas pero en ésta ocasión el grupo de secretarios de un senador de la oposición, estaban mirando una de las emisoras más escandalosas donde se denunciaba, por primera vez, al político de haber tenido relaciones sexuales con una joven que, para mal de males era menor de edad, con solo 15 años. Fue como un terremoto. Se desató una especia de tsunami popular que alcanzó a todas las capas de la sociedad,  otras televisoras y las principales emisoras de radio. Enjambres de periodistas  y de comunicadores se lanzaron a la calle para entrevistar a su esposa y al personal doméstico, también a sus hijas, a los políticos de su partido y a la oposición. Se organizaron verdaderas cacerías de opiniones sin importar quienes opinaban e incluso se consultó al clero y a variadas religiones con sus pastores y también a sus feligreses.
Organizaciones sociales y ciertos sindicatos fueron incluidos y se asediaron las sedes partidarias. Para cuando los periodistas llegaron al colegio privado, donde estudiaban los hijos del prohombre, ya existía un cordón de vigilantes contratado y en la mansión de la familia el hombre ya se había montado un doble vallado y se apostaron 40 policías de los grupos especiales de choque apoyados por carros lanzaaguas. La rapidez con que reaccionaron los secretarios del político y sus guardaespaldas logró que ningún periodista pudiese acercarse a la mansión. Todos los celulares de la familia fueron bloqueados y sustituidos por otros con números confidenciales. El escándalo tomó así proporciones gigantescas. El gobierno realizó dos reuniones secretas para afrontar la crisis y se recibió un informe de los servicios de inteligencia sobre la veracidad de las catastróficas noticias. El político, además, estaba inubicable y recién en la noche se comunicó, vía celular, con el Jefe de su partido y desmintió vehementemente todas las versiones. Se comunicó después con su esposa y repitió su inocencia. En ambas conversaciones, se mostró calmado, con dominio absoluto del tremendo momento que se vivía. La última llamada fue a su jefe de campaña para las elecciones próximas al que le dió instrucciones precisas para redoblar la publicidad. En solo 24 horas, el mundo – para él – estaba de cabeza y aumentaban los detalles escabrosos de la supuesta relación con la menor, a la que la prensa buscaba por todos los rincones del país. El jefe del partido consultó a la familia del candidato que aceptó la idea. Esa idea era la salida al paso de tantos rumores y emitiría un comunicado presidencial desmintiendo todo y calificaba los sucesos como una campaña mediática y que, en definitiva, como era habitual los culpables eran los periodistas.
No se tenían mayores datos de la menor pero cierto día un dato llegó a una emisora de radio en forma anónima, como habían llegado centenares de otros datos los cuales se comprobó que no eran ciertos.
No obstante, existían detalles que no cuadraban. Las misteriosas desapariciones del candidato a la presidencia por un lado y por el otro la versión de un testigo insospechado que reveló su presencia física en una vivienda de un barrio periférico. Cuando los periodistas de la radio llegaron a la modesta casa descubrieron a dos adolescentes de entre 18 y 20 años. La madre de esas jóvenes corrió para evitar que sus hijas atendieran a la pareja de periodistas pero ya era tarde. Ambas eran el vivo retrato de su padre. En minutos, los detalles de este encuentro se divulgó por toda la nación. Eran las 7 de la mañana de un día que nadie olvidaría. A esa hora, el candidato llegaba a la mansión donde vivía y lo hizo con sus tres guardaespaldas que estaban dispuestos a dar su vida para protegerlo. Tenían con el político una deuda de gratitud. Los tres fueron sacados de la cárcel, sus vidas reivindicadas y sus familias rescatadas de la pobreza extrema en que habían caído. En todo esto, él había jugado un papel clave y definitorio.
Se dió un baño, vistió su mejor traje y eligió corbata y camisa nuevas  de las docenas que tenía en su vestidor como hacia todos los días. Buscó y encontró un par de gemelos que le había obsequiado un gobierno amigo. Así se dispuso a bajar para desayunar con su familia que había sido informada por el personal de guardia.
La charla con su mujer y sus hijos fue de una calidez profunda y prometió abandonar la candidatura a la presidencia de la república.
Con esa promesa, que recibió besos y abrazos de sus hijos y solo un apretón de manos durante algunos minutos de su esposa, todos se dirigieron al garaje de la casa donde esperaba el personal y los guardaespaldas que, con expreso permiso escuchaban radio controlando las noticias.
A todo esto, el drama que se había venido forjando estalló esparciendo detalles que fueron confirmados cuando se improvisó una especie de Conferencia de Prensa en la vivienda barrial. Allí estaban las dos jóvenes y su madre respondiendo las preguntas demoradas que destruían un mito.
La madre contó que sus hijas, curiosamente de 18 y 20 años, que eran las mismas edades que tenían las hijas del candidato, llevaban su apellido porque el padre no había podido reconocerlas hasta ahora. También dijo que se relacionó con el padre de las dos jóvenes cuando ella tenía 16 años y aseguró seguir enamorada de él como el primer día. Reveló que siempre tuvo el apoyo de ese gran hombre que, según dijo,  la nación le debe tanto, subrayó.
Las jóvenes intervinieron para romper el misterio.
Las dos jóvenes miraron automáticamente a su madre. Ella vaciló un segundo y luego dio el sí mediante sucesivas inclinaciones de cabeza.
La joven de 18 años habló con voz pausada, clara y fuerte
– Nuestro padre es el candidato a la presidencia de la República. –
Su hermana, de 20 años, con un poco de timidez desbarató cualquier duda y como un castillo de naipes, tiró abajo 20 años de engaño, de mentiras, de supuesta honradez, de una vida elaborada a través de una artificialidad pocas veces vista en los altos círculos sociales y políticos del país.
Esa misma tarde, el político estaba sentado junto a los otros dos hijos en uno de los amplios y lujosos automóviles de su propiedad. Su esposa estaba silenciosa como abatida.
En el asiento delantero, los guardias habían tenido que hacer un esfuerzo grande para proteger a la familia de varios vecinos indignados y furiosos y gente de la zona que se acercaron criticando a gritos tanta mentira. Entre muchos gritos se oyeron insultos de todo tipo.
La radio, en tanto, revelaba que el candidato había violado a la madre de aquellas jóvenes, cuando ella había cumplido recién los 15 años, que acalló las protestas y amenazas de denunciarlo a la policía, a ese guardaespaldas un pasar muy desahogado, sacarlos de la indigencia y del barrio donde vivía. Con el tiempo, la joven violada quedó embarazada una y otra vez y así naciera las dos hijas ilegítimas cuyo padre mantuvo durante 20 años dos hogares y dos mujeres mientras pregonaba honradez y decía aborrecer la corrupción a la que fustigaba todos los días.
En el automóvil nadie hablaba. Tampoco se miraban entre sí. Los dos jovencitos comenzaron a sollozar y se abrazaron buscando consuelo, quizá también un poco de comprensión ante la angustia que comenzó a ganar sus corazones. La madre se dió vuelta los abrazó como pudo y formaron un haz de afecto, de cariño en ese círculo de amor del que quedó excluido el candidato. Este abrió la puerta, murmuró una disculpa y dijo que había olvidado algo pero nadie lo tomó en cuenta. El hombre fue al baño de la mansión, cerró la puerta con llave. Pasaron cinco minutos en un silencio sobrecogedor. De pronto, el hombre se colocó en la boca una pistola calibre 45. Apretó el gatillo sin vacilación. La detonación destruyó una vida de falsedades y engaños. En ese instante la mitad de su cabeza ya no estaba.
Una mentira, con una vida de burla y estafa moral a las esperanzas de miles de ciudadanos que se sintieron defraudados por un político que no solo les mintió durante 20 años sino que terminó sus días como un cobarde. El ídolo había resultado ser un ídolo de barro.

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